BARROCKEROS EN EL MATADERO.

Sí, en las Naves del Matadero, un espectáculo sin pretensiones ni intelectuales ni originales ni estéticas ni exóticas ni modernitas siquiera.

Tres hombres, un escenario a pie de espectador, un sonido estupendo con un buen técnico manejando el asunto, un hilo conductor diminuto, pero suficientemente fuerte como para mantener el sentido y el orden de las piezas musicales en la salsilla de un gran sentido del humor que avanza como avanza el rock sobre el escenario, mezclado con música barroca y alguna concesión a la galería con el único objetivo de regalar otra sonrisa al espectador.  Al final, todos en pie, tarareando, bailando y dando palmas al ritmo de los grupos de rock de toda la vida, desde Queen a Iron Maiden. Bromas muy españolas, mucho jamón serrano y complicidad con el público en dosis adecuadas.

La base del pastel mantiene el espectáculo sobre lo que debería ser siempre el sostén de la cultura, por encima de cualquier otro concepto: la calidad, la dignidad. Y de eso no cabe la menor duda: los tres músicos que soportaron el espectáculo lo son y de los buenos. Viola y guitarra para Rubén Rubio, guitarra y laúd para Juan Francisco Padilla y la voz cantante para el tenor José Manuel Zapata.

Buena música en un contexto divertido y coherente, sin más pretensiones. Más de lo que muchos pueden dar.