DE RÉPLICAS Y ORANGUTANES.

Recuerdo a mi padre arremangado, lavándose la cara con agua fría, insistiendo en echársela a chorros  por todas partes, mojándose el pelo en el empeño y a veces, parte de la camisa.

Este pequeño drama se ha repetido en mi familia, quizá por herencia, a lo largo de todas las generaciones y personas, del sexo que fueran, hasta convertirlo en una liturgia obligatoria. Hoy ya no es necesaria: venden en ciertas plataformas unos bonitos puños, o puñetas, de felpa de canalé de colores, que puestos en el sitio que su nombre indica, hacen inútiles aquellos esfuerzos familiares que tanto sufrimiento nos causaron.

Tampoco es necesario abrir los desagües de pilas y lavabos, con lo complicado y molesto que es, ni echar bicarbonato y vinagre en el sumidero y esperar unas horas para verter después agua caliente: venden unos alambres larguísimos y estrechos que metidos por la boca del desagüe y girando, te permiten extraer al exterior toda suerte de babas verdes, pelos greñudos y restos de comida que se hayan depositado en el interior. La visión es vomitiva, pero muy muy moderna y rápida.

Para limpiar los aparatos de la calefacción ya tenemos unas esponjas tripartitas o cuatripartitas con una especie de mango, que se meten entre los tubos exteriores y los limpian, dicen, sin necesidad de envolver en un mango una bayeta y frotar, como se ha hecho siempre. Tampoco  hay que correr los muebles para barrer. Una infinita lengua estrecha y flexible se mete por los lugares más increíbles para extraer basura, polvo mayormente.

Venden también tal cantidad de mueblecitos de plástico, transparentes o no, de tela, de paja, etc., para organizar armarios, zapatos, cajones, utensilios de maquillaje, ropa, enseres de cocina, etc, que ya no es creíble que haya el más mínimo desorden en ninguna casa. Tampoco los estropajos normales  son necesarios: ahora se utilizan unos aparatitos con una cajita que, si la presionas, echa lavavajillas en el elemento de esponja y así no tienes que coger el bote y echar tú un poco  de vez en cuando: ese esfuerzo inhumano se ha terminado. Los dispensadores de todo lo habido y por haber ya están presentes en todos los hogares: dispensamos jabón de baño, geles de ducha, lavavajillas, desodorante, perfume, discos de algodón, torunditas del oído, dentífrico, detergente, ambientadores de baño y de salón, cereales, aceite,

Es decir, podemos ir pos toda nuestra casa poniendo la mano sin necesidad de hacer nada para conseguir todo aquello que deseemos o necesitemos: de nuestras paredes cuelgan cientos de cajitas con botoncitos dispuestos a ofrecernos lo que queramos, y por supuesto, sin clavar un clavo; todo está pegado con plásticos que se adhieren al yeso como ventosas de pulpo mítico y gigantesco.

En muchas casas ya han contratado a un servidor que solo tiene como misión rellenar todos los dispensadores y recargar todos los aparatos, aparatejos y chuminadas que han llenado nuestra vida de confort.

Disponemos de otros aparatos que nos dan masajes donde sea, que nos limpian los pies y los zapatos, que iluminan nuestro sueño con visiones cósmicas del universo, que se encienden a nuestro paso, que nos calientan la leche, solo la leche, que nos la coronan de espuma, que nos sujetan el pelo para maquillarnos, todas diademas preciosas con formas de nubes de colores, limpia ventanas a control remoto, fregasuelos que dan vueltas y más vueltas para dejar los pavimentos como el jaspe, robots que nos hacen la comida solos, aparatos para hacer pan, solos también, los medidores de tensión y de oxígeno en sangre, ya son inútiles porque los relojes digitales nos hacen el mismo servicio, dan la hora, te ponen al teléfono, tienen música y solo hay que cargarlos de vez en cuando por USB, pero como tenemos ya en casa al rellenador y recargador de cosas, no tenemos ni que molestarnos en eso.

Hay incluso lápices de labios y coloretes que deciden qué color le conviene a tu piel sobre la marcha: te los pones y de la transparencia original, pasan al teñirse del color que tu ADN necesita para estar más mona.

Por supuesto, tampoco es necesario seducir ni ser seducido: las aplicaciones de citas  te buscan una pareja, para lo que sea menester, en un plis plas, y ni siquiera hay necesidad de tener sexo real: la moda ofrece posibilidades mucho más higiénicas.

Prácticamente hemos sustituido los tímpanos por unas membranas redonditas que llevamos todos metiditas en el oído y que nos permiten escuchar música o lo que queramos evitando que los demás nos molesten con su cháchara.

No hay ni que decir que la moda también indica que la decoración de las viviendas debe cambiar en función de las fiestas del año. Las Navidades eran obligatorias para nuestros antepasados prehistóricos, pero ya hay que redecorar antes, en Halloween, no se llama Fiesta de los Difuntos tampoco, y pasadas las Navidades, viene la decoración de Carnaval, la de cambio de estación: primavera, verano otoño e invierno, la de la fiesta nacional de EEUU, la de la Irlanda, la de la época de las hadas, conejos de Pascua, gnomos, cascanueces…., excepción hecha de las fiestas de cada casa, como los cumpleaños, peticiones de mano, mayoría de edad, bautismos, despedidas de solteros, etc.

Las mujeres sobre todo, muy aficionadas a la decoración, disfrutan de lo lindo comprando cientos de colgantes, flores de plástico, caminos de mesa, lamparitas, espejos, figuritas de porcelana, manteles, vajillas, coronas, velas, ristras de flores, cartelitos de Sweet Home y otras hierbas, tazas grandes y pequeñas, bandejas, floreros, etc., para poder redecorar una y otra vez su hogar y como tienen tantos organizadores en la casa, no les cuesta ningún trabajo guardar en alguno de ellos la cacharrería de Carnaval para poner la de primavera. Parece que la Semana Santa no goza de predicamento entre estas mujeres.

Por supuesto, todos estos elementos de la modernidad tienen su correlato en la ropa, vajilla, organizadores, luces, etc., de los niños de la casa, que también ven redecoradas sus habitaciones y vidas con sus propios muñecos, chuches de colores para cada estación, etc.

Sé que se nos bombardea a diario con las consignas de no gastar agua, de no usar elementos de plásticos de reciclar…, pero esos bombardeos son de baja escala. ¿Qué pueden contra estos hermosos organizadores que, total, por doce o trece más no se va a enterar nadie? ¿Qué le importa al gobierno si me gasto mi dinero en comprar tres o cuatro pares de puños para regalar a mis amigas?

¿No quedamos en que esto es una democracia de carácter democrático y liberal? ¡Pues viva la liberalidad, la democracia, la libertad, los plásticos y todas las cervezas, porros, organizadores, botellas de vino, latas de cerveza, refrescos de cafeína, calentadores de leche, pulseras antiavispas y dispensadores de dentífrico que me dé la gana comprar!

Lo que queda de la nómina lo invierto en pizzas congeladas, el sueldo del rellenador y pagar el alquiler mientras me echan, porque el casero va a convertir mi casa en un piso turístico de AIRBNB y entonces…..

Me he ido al zoológico a meditar. Y me he quedado extasiado mirando las idas y venidas de una familia de orangutanes, el macho tan poderoso, con esa mata de perlo leonina, grandioso, impresionante, mientras con movimientos lentos, daba pequeñas palmaditas a dos crías que le tomaban el pelo saltando y mordiéndose en sus barbas ante la mirada indiferente de la madre. Los jodíos tienen comida en cantidad, pura verdura, cama de paja, calefacción, médico particular…Y todo el tiempo del mundo y además, no tienen que pagar a un rellenador.

En un descuido del guarda, me he puesto la peluca y aquí estoy, jugando a subirme a las lianas, en pelota picada y sin nada que hacer. En cuanto trisque cuatro o cinco kilos de hierba, me voy a echar una siesta del copón y luego,  a ver si me enrollo con la orangutana que vive en el árbol más grande y charlamos un rato hasta la hora de la cena. ¡Puestos a elegir, me pido pelo!

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